viernes, 27 de abril de 2018

2011- CONTAGIO - Steven Soderbergh


Desde su debut con “Sexo, Mentiras y Cintas de Vídeo” (1989), Steven Soderbergh fue consolidándose rápidamente como uno de los cineastas más interesantes del panorama norteamericano. Aquel primer film ganó la Palma de Oro de Cannes y fue nominado para el Oscar al Mejor Guión Original. Posteriormente vendrían “Kafka” (1991), “The Underneath (Bajos Fondos)” (1995), “Anatomía de Grey” (1996), “Un Romance Muy Peligroso” (1998), “El Halcón Inglés” (1999), “Erin Brockovich” (2000), “Traffic” (2000), “Ocean´s Eleven” (2001) y sus secuelas, “Solaris” (2002) o “El Buen Alemán” (2006), por no hablar de su faceta, tanto o más amplia, de productor, defensor del cine independiente y promotor de otros talentos.

Trabajos como la saga de “Ocean´s Eleven” demuestran lo bien que se lo pasa Soderbergh creando películas corales en cuyo reparto confluyen algunos de los actores más populares y capaces de Hollywood. “Traffic”, por su parte, fue una brillante película coral que abordaba un grave problema social, las drogas, dividiéndolo en diferentes tramas independientes pero entrelazadas que ilustraban las diversas perspectivas del tema en otros tantos estratos sociales y lugares del mundo. “Contagio” sigue una línea similar.



Beth Emhoff (Gwyneth Paltrow) regresa su hogar, en Minneapolis, tras un viaje de negocios a Hong Kong, pero inmediatamente enferma. Al día siguiente de su llegada, sufre un desmayo y convulsiones y muere poco después de que su marido, Mitch (Matt Damon) la lleve al hospital. Lo mismo le sucede al hijo de ella, Clark, aunque Mitch y su propia hija Jory (Anna Jacoby-Heron) parecen tener algún tipo de inmunidad natural a esta nueva infección. El virus, al que se denomina MEV-1 (Meningoencefalitis Virus Uno), se extiende rápidamente por todo el mundo. El Centro para el Control de Enfermedades (CDC) norteamericano y la Organización Mundial de la Salud (OMS) tratan de contener el contagio, pero miles de personas enferman y mueren.

El doctor Ellis Cheever, al frente del CDC, envía a su principal viróloga, la doctora Erin Mears (Kate Winslet) a Minneapolis para coordinar los esfuerzos mientras que otra investigadora europea de la OMS, la doctora Leonora Orantes (Marion Cotillard), viaja a Hong Kong para tratar de averiguar el origen del virus. Mientras tanto, el influyente bloguero Alan Krumwiede se deja sobornar para promocionar por internet un remedio homeopático y criticar los esfuerzos y eventuales vacunas desarrolladas por las autoridades. Conforme la infección se extiende, las ciudades, ahora sumidas en el caos y la anarquía, son puestas bajo cuarentena.

El guión viene firmado por Scott Z.Burns, que anteriormente había escrito “El Ultimátum de
Bourne” (2007) y, también para Soderberg, “¡El Soplón! (2009). Buscando darle continuidad a esta colaboración, Burns sugirió un thriller sobre un virus contagioso y mortal, pero en lugar de imaginar una bioamenaza procedente del espacio exterior, optó por una historia más asentada en la realidad. Dándose cuenta de que necesitaba la ayuda de un científico, consultó con el doctor Larry Brilliant (sí, es su apellido de verdad), un médico y epidemiólogo que había realizado múltiples investigaciones en prevención de pandemias. Éste a su vez le recomendó a Burns otro experto, Ian Lipkin, patólogo y neurólogo. También recibió la colaboración del CDC y la OMS. Todos parecieron coincidir en que la cuestión no es si surgirá alguna vez una pandemia mortal, sino cuándo. Todo esto más los todavía muy recientes virus del VIH, gripe aviar y porcina, confirmaron a Burns que estaba en el buen camino y, así, escribió un guión a medida para su director, uno que combina un reparto coral con dramas individuales entrelazados. El resultado es una combinación de los tópicos de films de plagas como “Plaga” (1979), “Estallido” (1995) o “El Asesino Silencioso” (2000), con la estructura de los films de Robert Altman.

“Contagio” es una película nacida al albur del pánico que invadió al mundo con las epidemias de la Gripe Aviar H1N1 (2009) y la Gripe Porcina (2009). Al coger estos escenarios e intensificar su gravedad y extensión llegando al colapso de las ciudades y casi la propia civilización, a Soderbergh podría quizá acusársele de alarmista. Ciertamente, el film le deja a uno con auténtica aprensión a tocar objetos y paranoia a los virus que puedan estar flotando en el ambiente o acechando en los pomos de la puerta o los vasos que nos sirven los camareros. Dicho esto, “Contagio” cuenta, como ya he apuntado, con una larga lista de médicos, especialistas y científicos del CDC acreditados como consultores, lo que demuestra que Soderbergh se tomó su trabajo en serio y que lo que vemos en pantalla es, como mínimo, plausible y, más terrorífico aún, incluso posible.

El tratamiento que hace Soderberg de la crisis epidémica es, como suele ser habitual en él, frío,
sobrio e intelectual, muy alejado de lo que suele ser la norma en las películas de desastres. Hay muchas escenas que podrían haberse enfocado de otra manera más espectacular, pero el director prefiere centrarse en narrar este drama evitando los tópicos y los artificios vistosos. Basta comparar “Contagio” con “Estallido”: esta última sin duda habría puesto mayor énfasis en los saqueos y la violencia y ofrecido como clímax una carrera límite contra reloj para hallar el antídoto. Pero Soderberg elude forzar la mano y caer en la exageración. En vez de contemplar el mundo desde el exterior, la narrativa sigue a los personajes en sus lugares de trabajo; en lugar de escenas de muerte en masa, sólo vemos salas de hospital o centros de atención médica de emergencia montados en estadios deportivos, todo aparentemente bien gestionado y tranquilo; o sepulturas colectivas que más que ansiedad suscitan tristeza. Hay un par de escenas de robos y saqueos en el vecindario de los Emhoff, pero están rodadas con distanciamiento. Incluso los planos generales de los centros médicos, de vacunación o reparto de comida no van más allá de lo que ocuparía físicamente una plaza urbana. También ayuda que la mayoría de los personajes de la historia se desenvuelvan bien en el entorno esterilizado de un laboratorio, bien en una instalación gubernamental protegida o, como en el caso de Emhoff, sea simplemente inmune (la única excepción es la de la doctora Erin Mears, interpretada por Kate Winslet).

De hecho, aunque la película ofrece buenas interpretaciones –especialmente por parte de Laurence Fishburne y la infravalorada Jennifer Ehle- todo el reparto se esfuerza por rebajar su
glamour y ponerse al servicio de un guión sólido y solemne. A diferencia de otras películas de Soderbergh, los personajes de “Contagio” rara vez se cruzan entre ellos. Lo único que los une es la propia enfermedad. Comienza centrándose en el matrimonio Emhoff para luego, progresivamente y conforme el virus pasa de afectar a docenas a millones, va abriendo el foco y presentando a más actores, básicamente científicos y funcionarios del CDC y la OMS. Es sobre todo a través de un par de ellos (además del personaje de Matt Damon), las investigadoras encarnadas por Kate Winslet (quizá el personaje más entrañable de todos por su dedicación y capacidad de sacrificio) y Marion Cotillard, que el espectador toma contacto con el coste humano de la enfermedad, ya sea en una ciudad norteamericana o en una aldea de China. Pero a la postre, no se puede decir que haya ningún protagonista aquí; toda la atención se pone sobre el misterio que rodea al estallido y extensión de la enfermedad, las investigaciones sobre su naturaleza y la red de intrigas que se tejen alrededor de esta catástrofe.

Soderbergh, en aras de la plausibilidad, tomó algunas decisiones poco habituales. Para empezar y a diferencia de muchas grandes producciones, no realizó storyboard de ningún tipo, una herramienta que suele ser muy valiosa como guía cinematográfica. Se ocupó personalmente de la fotografía (aunque en los créditos aparece como Peter Andrews) y, para mantener la atención en la historia, evitó cualquier movimiento sofisticado de cámara, el uso de lentes especiales o un trabajo excesivo de montaje, montaje, por cierto, que juega con el tiempo y el espacio para alternar perfectamente las diferentes tramas sin dejar que ninguna de ellas pierda interés. También rodó exclusivamente en escenarios naturales, alejándose de la atmósfera irreal que a menudo imprime el uso de decorados e iluminación artificial en los estudios.

Si algún mensaje podemos extraer del retrato de esta crisis es el de frustración con el sistema y
cómo las regulaciones, la financiación y los politiqueos entre agencias gubernamentales impiden la adecuada gestión y la rápida respuesta a una situación sanitaria de emergencia. Hay también puyazos a los grupos de presión de la industria farmacéutica y, de hecho, uno de los villanos de la historia es el director de un fondo de inversión (aunque en realidad la verdadera función de ese puesto es supervisar la evolución de una serie de inversiones más que hacerle el trabajo sucio a la industria farmacéutica. Esta deriva parece obedecer más bien a la intención de conectar el asunto con la recesión económica del momento y hacer del sector financiero cómplice del desastre).

Asimismo, al desviar la mirada de las tragedias individuales de las víctimas y centrarla en los
responsables que toman las grandes decisiones, la historia nos brinda perspectivas interesantes y poco habituales en este subgénero. Por ejemplo, lo bajo que han caído los medios de comunicación tradicionales, que prefieren exprimir rumores, especulaciones y escándalos poco relevantes en una catástrofe de semejante magnitud antes que ofrecer auténtica e imparcial información. Pero tampoco internet sale bien parada como fuente fiable. Jude Law interpreta a Alan, un bloguero vagamente basado en Michael Arrington, fundador en 2005 del blog TechCrunch. Lejos de ser un adalid independiente de la libertad de información, este individuo se presenta como un aprovechado que utiliza su influencia en la red para promocionar un producto homeopático que dice curar el virus y en el que secretamente ha invertido dinero. Afirmando que las rapaces compañías farmacéuticas están conchabadas con el gobierno para ocultar la existencia de curas asequibles para toda la población, Alan postea unos vídeos de sí mismo en los que finge estar enfermo, tomar el remedio y curarse. Tras leer su blog, una muchedumbre desesperada asalta una farmacia tratando de hacerse con las últimas existencias de esa sustancia.

Aunque éste es uno de los aspectos más interesantes del film, también es uno de sus puntos débiles. Aunque Soderbergh se permite hacer una reflexión sobre la decadencia y/o corrupción en los medios de comunicación, se muestra más tímido a la hora de cuestionar las motivaciones de los “héroes de la ciencia”. La idea de que las compañías farmacéuticas ganarán millones con la vacuna del virus –algo contra lo que protesta con toda la razón Alan en su blog- es pasada por alto. Vemos idas, venidas y encontronazos entre burócratas; también los engaños de Alan (a quien además se le da un aspecto físico
forzadamente repulsivo); pero no aparece ni un solo ejecutivo de una de esas grandes corporaciones. En una película que pretende –y en buena medida lo consigue- dar una visión compleja y poliédrica de un desastre vírico, ese “agujero” resulta más que evidente. Porque, sin duda, una de las grandes cuestiones si alguna vez llega a plantearse tal escenario sería quién financia, fabrica, distribuye y, por tanto controla, la vacuna.

Se detecta también un tufillo, digamos, conservador en otros aspectos de la trama. Mientras que en “Traffic” Soderbergh sugería que todo el mundo, desde los líderes de los cárteles de la
droga hasta los políticos eran corruptos, “Contagio” nos dice que en un mundo sumido en la catástrofe, los únicos en quien podemos confiar son los tecnócratas, la autoridad establecida, los gobiernos en definitiva. Por otra parte, la responsable de la dispersión global del virus es una mujer infiel: Beth Emhoff, en lugar de volver a casa directamente desde Hong Kong, donde había quedado infectada, hace una escala en otra ciudad americana para tener un escarceo sexual con un exnovio. Su pecado le cuesta la vida no sólo a su amante sino a su hijo. En cambio, su marido, Mitch, que había permanecido fiel y en el hogar, resulta ser inmune y salva a su propia hija del contagio.

Con un presupuesto de 60 millones, “Contagio” se estrenó en cines ordinarios e IMAX el fin de semana del Día de Trabajo estadounidense (el primer lunes de septiembre), cosechando buenos pero no espectaculares resultados: en Estados Unidos recaudó 75 millones de dólares y 60 millones más en el resto del mundo. Al menos, unos cuantos millones de espectadores pasaron un buen rato al tiempo que aprendieron algo sobre las consecuencias de una mala higiene.

Aunque su estética resulte bastante esterilizada, “Contagio” es un thriller inteligente, riguroso, bien planteado y ágil que aúna la educación con el entretenimiento sin bascular hacia ninguna de las dos vertientes, ni el didactismo moralizante ni el dramatismo forzado.



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