domingo, 30 de octubre de 2016

2001- K-PAX – Iain Softley


A menudo, la ciencia ficción, como tantos otros géneros, sirve de caldero en el que mezclar diversos temas y elementos y, al tiempo, de catalizador mediante el cual hacerlos interactuar. “K-PAX” es un buen ejemplo de ello, una historia que, aunque no forma explosiva, toma un elemento clásico de la CF (el alienígena benevolente que llega a la Tierra) y lo combina con otros a priori ajenos a la misma (las relaciones humanas, la diferencia entre la realidad y su percepción, las enfermedades mentales). Que esa emulsión tenga éxito o no depende de la habilidad de guionista y director y, como siempre, del gusto del espectador.



Mark Powell (Jeff Bridges) es un psiquiatra de Nueva York al que llaman para que revise el caso de un hombre al que han encontrado en Central Station. Dice llamarse Prot (Kevin Spacey) y provenir del planeta K-PAX. Powell se siente intrigado por el estoicismo y sensato racionalismo de Prot, y aún más cuando proporciona detallada y compleja información acerca del sistema estelar del que afirma proceder, información de reciente descubrimiento y al alcance de sólo un reducido grupo de astrónomos. Powell, sin embargo, está convencido de que Prot no es más que un hombre enfermo y se embarca en la misión de penetrar en su fantasía y encontrar la verdad sobre su origen.

Cuando se estrenó, “K-PAX” fue acogida con agrado por el mismo público que apreció la emotividad, tono y reflexiones sobre la condición humana de films como “Forrest Gump” (1994),
“Las Normas de la Casa de la Sidra” (1999) o “Chocolat” (2000). Lo que pasó más desapercibido es que “K-PAX” era básicamente un plagio de una película argentina bastante mejor, “Hombre Mirando al Sudeste” (1986), dirigida por Eliseo Subiela. Eso sí, podía escudarse en estar basada en la novela del mismo nombre escrita por Gene Brewer en 1995. Ni en el film ni en el libro –como tampoco en sus cuatro secuelas- se acredita a “Hombre Mirando al Sudeste” como, al menos, fuente de inspiración; y ello aun cuando las similitudes entre ambas obras son tantas que es sencillamente imposible que haya sido de otra manera.

“Hombre Mirando al Sudeste” era una película evocadora e ingeniosa por la simplicidad con la que analizaba la condición humana, construyendo de paso una sorprendente alegoría de la vida de Cristo al convertir al psiquiatra en una suerte de Poncio Pilatos. K-PAX coge la premisa y los
personajes y los pasa por el filtro acaramelado de Hollywood. Como parte del deseo falsamente liberal de no ofender a nadie, la alegoría religiosa se abandona para sustituirla por mensajes que parecen sacados de tarjetas de felicitación acerca, por ejemplo, de la necesidad de confiar en uno mismo, mezclándolo con esa opinión ingenua y simplona de que los locos y los retrasados son capaces de ver la verdad que se esconde más allá del alcance del racionalismo científico. El film sí mantiene la ambigüedad del original en cuanto a la verdadera naturaleza del paciente: ¿es un enfermo mental o realmente el alien que dice ser?. Ambas películas optan por quedarse a mitad de camino de esas dos alternativas mutuamente excluyentes aunque, al prescindir de la alegoría cristiana y la parábola sobre la fe, “K-PAX” es menos efectivo, optando por (ATENCIÓN: SPOILER) explicarnos que en realidad el fenómeno se explica como una especie de posesión de un terrícola por un “espíritu” extraterrestre. (FIN SPOILER)

“K-PAX” fue dirigida por el británico Iain Softley, cuya mayor virtud ha sido la versatilidad a la
hora de saltar entre géneros: desde el biopic “Backbeat” (1994) sobre unos primerizos Beatles hasta “Las alas de la paloma” (1997), adaptación de una novela de Henry James; pasando por mediocridades como el thriller tecnológico “Hackers, Piratas Informáticos” (1995), el film de terror “La Llave del Mal” (2005) o el relato de fantasía “Corazón de Tinta” (2008). En el caso que nos ocupa, Softley dirige un film claramente destinado al corazón de la América profunda, un film de ciencia ficción para gente a la que no le gusta la ciencia ficción y en el que, por tanto, hay que suavizar o incluso ocultar todo aquello que pueda recordar demasiado a aquélla.

Destaca especialmente la calidad de la fotografía e iluminación, apreciable en esos bellos planos
en los que la luz se refleja en cristales, los paisajes desérticos de Nuevo México, las cúpulas de los observatorios alzándose contra el cielo vespertino, las calles de Manhattan por la noche, los reflejos de los personajes en el vidrio de las ventanas… Son todos ellos momentos en los que el experimentado director de fotografía, John Matthieson (colaborador habitual de Ridley Scott) puede exhibir su talento.

Pero a pesar de sus virtudes estéticas, “K-PAX” no puede competir con “Hombre Mirando al Sudeste” en cuanto a intensidad emocional. En ésta, el visitante llegaba a la Tierra para sanar a los enfermos y pobres de espíritu gracias a su seductor carisma. En cambio, todo lo que parece hacer Prot es incitar a los pacientes del psiquiátrico a discutir sobre quién le acompañará a su planeta cuando se vaya. Ni siquiera hay una explicación adecuada de por qué los internos deciden creer en esa fantasía en particular. Lo único que vemos hacer a Prot es susurrar misteriosas instrucciones a Howie (David Patrick Kelly) para que busque el ruiseñor azul, o conversar con un perro (un
momento verdaderamente ridículo). El más conseguido de estos esfuerzos por transmitir al espectador cierto sentido de la maravilla llega cuando Prot (como Cristo con los sabios en el templo) soluciona a los astrónomos sus dudas acerca de las órbitas del sistema estelar de donde dice provenir (otras explicaciones “científicas” tienen menos sentido, como el que necesite gafas de sol en la Tierra. Viniendo de un planeta cuyo cielo está permanentemente iluminado por dos estrellas, ¿no sería al revés? ¿No encontraría la luz de la Tierra muy tenue?). Tampoco el guión ofrece nada verdaderamente profundo en el debate “simplicidad versus psiquiatría”: lo único que encontramos son una serie de intercambios verbales superficiales y breves entre Mark y Prot. (ATENCIÓN: SPOILER). Cuando al final Prot se marcha de regreso a su planeta, la película nos deja con un puñado de clichés animosos como “la psiquiatría no tiene todas las respuestas a la condición humana” o “Debemos aprovechar al máximo el aquí y el ahora porque es la única vida que tenemos” (FIN SPOILER).

Jeff Bridges hace, como de costumbre, un trabajo sobresaliente, aportando al personaje
exactamente lo que necesita: un adicto al trabajo, exhausto emocionalmente, que piensa que lo ha visto todo y que, de repente, se ve arrastrado por un paciente a su terreno. El montaje va alternando sus sesiones de terapia con Prot con escenas domésticas en las que se pone de manifiesto la fragilidad de sus relaciones familiares (Mark no se habla con su hijo mayor y su mujer está descontenta con su obsesión al trabajo). En lo que se refiere a Kevin Spacey, su interpretación recibió numerosos elogios e incluso se habló de nominarle a algún premio. Sin duda, es un actor de carácter, aunque personalmente creo que su fuerte son los personajes de clase social media alta o ejecutivos a punto de estallar emocionalmente. Nadie como él pronuncia sus líneas con tanto sarcasmo y humor corrosivo. Y ese es aquí el problema, porque resulta chocante que Spacey aborde sus diálogos con el mismo tono, elegancia y expresión sarcástica que sus personajes de otras películas o series (“American Beauty”, “House of Cards”, “21:Blackjack”, “Superman Returns”, “L.A.Confidential”) lanzaban sus cortantes insultos y desprecios.

Dicho todo lo cual, a pesar de basarse en el plagio de una película anterior y transmitir un mensaje en exceso bienpensante y edulcorado, está claro que a la gente le gustó “K-PAX” (al menos a quienes fueron a verla, porque los productores no consiguieron siquiera recuperar el dinero invertido). La calificación que le otorgan los espectadores es netamente superior a la consideración en que la tienen los críticos, por lo que animo a verla a quien no lo haya hecho ya y formarse su propia opinión.


4 comentarios:

  1. Definitivamente "Hombre mirando al sudeste" es muchísimo mejor película.

    Esta la vi por partes (nunca la agarré entera) y la verdad que, coincido en que Spacey no da con el rol de "alienígena benevolente"
    Parece que habla en broma todo el tiempo...

    ResponderEliminar
  2. En cuanto al tema del plagio a Eliseo Subiela, tengo entendido que el argentino le inició juicio a los estudios y al escritor Gene Brewer y terminaron todo en un arreglo extrajudicial.

    ResponderEliminar
  3. muy buena entrada! habiendo visto las dos películas debo coincidir en que "hombre mirando al sudeste" es superior en todo sentido. K-pax tiene es una versión pasteurizada como dices, un producto prolijo y envasado listo para vender no solo en USA sino en todo el mundo.
    Pero la película de Subiela además de pegar en al alegoría religiosa plantea muchas cosas respecto del tratamiento muchas veces atroz que reciben los enfermos mentales (por lo menos en la Argentina de la década del ochenta que recién salía de una sangrienta dictadura militar) tocando el tema de la reclusión y la medicación. También la pelicula argentina estaba filmada en el propio Hospital Borda lo que le da un aire clasutrofóbico pero a la vez fascinante a quien nunca(gracias a dios) estuvo ahí.
    Y por úlitmo disculpa la extensión pero hay que mencionar que la historia esta inspirada en una leyenda urbana real sobre un paciente mental del borda llamado "solaris".
    saludos!

    ResponderEliminar
  4. Gracias por tu comentario Ignoraba que esa historia tuviera una "base" real.

    ResponderEliminar